Pablo Sebastián / estrelladigital.es
El líder de la oposición, Mariano Rajoy, se enfrenta a dos retos simultáneos: la decisión que debe tomar el martes sobre el posible apoyo del PP al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, de cara a la negociación con ETA, y las maniobras internas y cada vez más evidentes que algunos dirigentes de su propio partido, Zaplana, Acebes, Matas y Aragonés (apoyados en El Mundo y la COPE), están organizando contra Rajoy para llevarlo al precipicio de la extrema derecha con la clara intención de despeñarlo en las elecciones generales para hacerse ellos con el control y poder del PP, una vez que estos agitadores internos del Partido Popular dan por perdidos los próximos comicios, sobre todo si se confirma la tregua de ETA.
Rajoy sabe o debería saber que ambos desafíos están íntimamente relacionados entre sí porque los revoltosos del PP están intentando —desde que ETA declaró el alto el fuego permanente— que el PP no apoye a Zapatero en la negociación con ETA, o que le ponga unas condiciones tan rígidas que haga imposible dicha colaboración a corto o a medio plazo. Para comprobar todo esto bastaba, en las primeras horas que siguieron al anuncio de la tregua, escuchar a estos dirigentes del PP o leer y oír a los abanderados de los aquí citados medios de comunicación, en cuyas aguas o piscina nada el sindicato de intereses mutuos de la nueva extrema derecha del PP, que actúa como trama organizada desde hace tiempo, sincronizando la acción política y mediática en los distintos escenarios.
En especial con la conspiración del 11M y su famosa mochila, y ahora contra la tregua de ETA, utilizando de nexo entre una y otra cosa el Estatuto catalán. Estatuto donde sí le asiste la razón al PP para pedirle responsabilidades y reformas a Zapatero, pero no para convertirlo en lanzadera de toda clase de invectivas como las del 11M, o ahora las de la tregua etarra.
El último disparate de este sindicato de conspiradores internos del PP, que se disfrazan de liberales —ellos sí que tienen afición al disfraz y se pasan días en Cádiz haciéndose fotos en el monumento a la Constitución de 1812—, es proponer a Rajoy que prepare, en las actuales circunstancias, de apoyo mayoritario de los españoles a Zapatero y de vuelco electoral a favor del PSOE, una ¡moción de censura! en el Congreso de los Diputados para que la pierda —El Mundo, 26 de marzo del 2006— y se hunda definitivamente ante los ojos de todos los españoles. Y especialmente ante los sectores más centrados de la sociedad, que están abrumadoramente a favor de la negociación con ETA, al igual que cualquier persona con sentido común.
Aunque al sindicato en cuestión el centro político español no les importa nada porque su estrategia consiste en apoyarse en la militancia y el electorado de la derecha más dura con intención de amenazar políticamente a Rajoy, desde el flanco derecho de su partido —por eso lo llaman “maricomplejines”—, exhibiendo su capacidad de hacer daño desde dentro del territorio del PP, como por ejemplo lo hacen con sus descaradas campañas contra el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, con un doble objetivo: evitar que el alcalde se convierta en el líder del PP si desfallece o fracasa Rajoy; y atraer a su clan a la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, en cuyo Gobierno de la Comunidad tienen y mueven sus peones Acebes y Aragonés. Aunque cabe esperar que Aguirre no se va a dejar manipular por la derecha bronquista porque pondría en peligro su reelección en la Comunidad de Madrid. Afortunadamente para ella, Aguirre se desmarcó de la oposición a la tregua de ETA que jaleaba este sindicato y parece mantener distancias de este clan, aunque entendemos que no quiera enemistarse con semejante grupo de vociferantes.
Hace tiempo que Rajoy —en el último Congreso del PP o la pasada Convención— debió quitarse de encima a estos personajes que ocupan las portavocías en el partido y en el Congreso de los Diputados y que, además de intrigantes —Aragonés de una manera especial y cada vez más activo—, dan pésima imagen al PP por haber sido ellos notorios protagonistas de los errores y mentiras del 11M y los primeros responsables —con José María Aznar— de la derrota electoral de Rajoy en el 2004, y bien que lo sabe el hoy líder del PP.
Además, su vistoso y ruidoso protagonismo se suele relacionar con facilidad con Aznar, aunque fuentes de FAES aseguran que el ex presidente no pone por ellos la mano en el fuego. Pero Rajoy no es persona a la que les guste “cortar cabezas” y tomar decisiones conflictivas, aunque el político gallego debería saber que si no juega sus cartas y no dirige personalmente —y con su equipo de confianza— el PP y la oposición, al final serán otros los que jueguen por él la partida y los que le lleven a la derrota final si las cosas siguen como van, como le ocurrió en el 2004.
Y allá Rajoy con sus debilidades y decisiones, pero que mire a su alrededor y vea cómo una gran mayoría de ciudadanos quiere y espera que Zapatero explore el final de ETA. Y que recuerde que el PSOE no le puso a Aznar condiciones para negociar con la banda en 1998. Y que piense que si todo esto sale bien será bueno para España, a pesar de las dificultades y riesgos que se anuncian para tan larga travesía, y que el PP tiene que estar implicado en esta oportunidad del fin de ETA, que es la más importante de todas las que se han presentado. Y además, si Rajoy no apoya a Zapatero, el presidente estará en las mejores condiciones y en su derecho —lo estará haga lo que haga el PP— de convocar elecciones generales anticipadas para recabar a título de plebiscito el apoyo mayoritario de los españoles y conformar una mayoría sin dependencia del PP y los nacionalistas.
Es verdad que el Gobierno de Zapatero ha maltratado y aislado al PP, pactando con los nacionalistas acuerdos como el Estatuto catalán que van en contra del interés general de los españoles y de la propia Constitución. Pero en estos momentos se está jugando una partida de mayor calado que hará difícil la labor de la oposición, como le pasó al PSOE en los mejores años de Aznar. Por todo ello Rajoy debe reflexionar, y sobre todo no caer en las trampas y estridencias de estos “brutos” que lo quieren apuñalar y que ya se están repartiendo su herencia y su sitial. Demasiado pronto, por cierto, sobre todo en un país como España donde cualquier cosa puede pasar. Ahí está el 14M para recordar.